Un año de verdad

Por Miguel Ángel Jiménez Montenegro

Esta historia es tan ficticia que en esta realidad en que estamos, no sería tan descabellada que sucediera de verdad, o estaría a millones de decisiones de distancia. No pretendo pasar por García Márquez porque solo existirá uno y yo no tengo ni la mitad del conocimiento y literatura del difunto, mucho menos las bibliotecas de Vargas Llosa o Borges, pues no creo que alcance ni la millonésima parte de lo que ellos leyeron para tener la suficiente imaginación y destreza con las letras al intentar escribir.

Esta historia comienza un día cualquiera, en una ciudad cualquiera, llena de gente común, tan común que la indiferencia y el egoísmo es lo que reina sobre ella, donde manda el dinero y las apariencias. De pronto ni tan cualquier ciudad y mejor ubicada en el tercer mundo, donde vivo.  En esa indiferencia donde cada uno va en su propio universo mental, sexual y sentimental, pensando en problemas o en necesidades, en cosas para comprar, en deudas por pagar, en que mentiras y excusas que decir, me dirigía de la casa al trabajo, y al llegar a la última estación del bus, salí y caminé como los días en los que decidía no usar mi motocicleta, tal vez medio kilómetro, cuando al bajar el puente peatonal al final de la estación había una pareja de indígenas, de esos de siempre que han llegado a buscar un andén lejos de sus tierras verdes en el frío concreto pidiendo alguna miserable colaboración ante la mirada inerme de todos, como yo casi todas las veces que transito por las aceras de la ciudad. Sin embargo, en esa ocasión, y sin entender bien el porqué, me detuve y saqué de mi bolsillo un viejo y arrugado billete que les dí no tanto por compasión, sino porque sentí que no me era de utilidad, como desechándolo de mi bolsillo para abrir paso quizá a uno de mayor denominación mas tarde, digno de la estúpida ambición humana.

Al recibirlo, la mujer de la pareja me tomó de la mano, lo cual casi que me generó un malestar automático, y ella respondió a mi mirada de ofensa con una cargada de dulzura, y me dió a cambio una pequeña caja de madera.  Solamente me dijo que la abriera en mi casa.  Con más desconfianza que cualquier cosa, la recibí a regañadientes y con afán me alejé de allí para llegar finalmente a mi destino, una oficina llena de gente pero plagada de vacíos, entre los ires y venires de la rutina, las sonrisas de cordialidad y las amistades forzadas por la convergencia del espacio y el tiempo de cada día.

Pasé la jornada, en la mañana con la lentitud mental característica de un lunes, y más al ver el calendario y contar que faltaría mas de mes y medio para volver a tener la dicha de un lunes festivo; al medio día en el almuerzo con la típica charla de los últimos fichajes y chismes futboleros del mercado invernal europeo; en la tarde al fin llegando al pico de mi máximo rendimiento y con la motivación de tachar un día mas de la vida carcelaria de ser empleado de oficina.  Cuando salí, recogí mi maleta, me despedí rutinariamente de los presentes y en el momento en el que pasé de nuevo por el puente para entrar a la estación, recordé solo en ese instante, que tenía una caja que había recibido una decena de horas antes de una mujer de mirada cariñosa que ya no estaba allí.  Como pude a empujones entré en el bus, y durante el trayecto mientras escuchaba por enésima vez mis canciones favoritas, sentí la curiosidad de saber cuál sería el contenido de la caja.

Ya en casa, después de comer, de canalear un rato, leer tweets y hablar con mi madre, alejado por unos instantes de la esclavitud del smartphone, tomé la caja entre mis manos y la abrí. No esperaba que apareciera un genio como el de Aladino, ni que me transportara en el tiempo o alguna cosa mística o mágica. Había en la caja tres trozos de papel y una especie de esfero.  Me pareció algo simple su contenido, así que la dejé a un lado para seguir en la rutina de pasar entre canales hasta que ya me venció el sueño. Es mi costumbre, y una de las mejores cosas de mi vida, soñar todas las noches., y no exagero, es cierto; aclaro que mis sueños a veces son un poco surrealistas, son como ver un cuadro de Dalí, y es por ello que cuando en ellos veo a personas conocidas, al despertar usualmente me preocupo.

Esa noche, en ese sueño, vi a la mujer de la mirada cariñosa decirme que podría cumplir tres deseos, lo que se me ocurriera sin excepción al escribir cada uno en cada trozo de papel y luego quemarlos. Soñé también con estar volando por una cascada acompañado de un tigre y una mujer desnuda. Cuando me desperté, recordé de inmediato las palabras de la mujer, miré la caja, los trozos de papel y pensé que había visto mucha televisión.

Salí de nuevo a cumplir mi rutina diaria y esa vez al salir de la estación, la pareja de indígenas no estaban.  Fue algo que me produjo un gran alivio, pues por un momento en mi mente se posó la idea de corroborar con la mujer si lo que me dijo en sueños era cierto.  Pasó el día y cuando iba de regreso, con la tranquilidad de saber que no había sido mas que un sueño, antes de subir el puente alguien me tocó la mano, inmediatamente giré y tuve en mis ojos la mirada cariñosa que me cortaron las palabras, recordé el sueño y cuando recobré el aliento para preguntar, ella se adelantó y me dijo: es verdad, escriba tres deseos y serán realidad al quemar cada papel. ¿Por qué yo? pregunté, y respondió, porque así es la vida, y se fue.

Me quedé ahí, como pasmado, sin saber si alcanzarla para preguntarle más cosas que no se me habían ocurrido o seguir de largo e ignorar todo. Escogí la segunda opción, y de nuevo al tumulto del transporte para volver a mi casa. No volví a mirar la caja y tampoco volví a soñar con la mujer de la mirada cariñosa.

Pasaron varias semanas, volví a usar mi motocicleta, a la Juana, así que no volví a pasar por el puente a la salida de la estación, y cuando ya parecía haber olvidado el tema de la caja y los deseos, en un instante de absoluto desocupe, una neurona me traicionó, maldita neurona traicionera!!!! pues me puso a pensar, ¿qué deseos pediría si aquello fuera cierto? ¿dinero? ¿mujeres? ¿la inmortalidad? ¿conocer a los extraterrestres? ¿viajar por el tiempo? ¿la paz para el mundo? ¿que Gokú fuera real? Y entre la lista de posibles deseos y ya que se había contagiado casi toda mi red neuronal gracias a la maldita neurona traicionera, pensé que si iba a pedir algo, no sería algo así, sería algo un poco más elaborado, al menos un poquito, y que pudiera afectar a todo el mundo.

Desde ese momento, sin pensar o creer que los deseos sobre un papel se pudieran hacer realidad, vi películas, observé a la gente, leí, escuché muchas más canciones, pero no se me ocurría algo que pudiera cumplir los requisitos que me puse. Entonces en un momento, yo mismo me di la respuesta, cuando se me acercó un compañero laboral disfrazado de amistad, a pedirme si le podía servir como codeudor de un crédito. Me quedé como mudo, pues en esos segundos pensé que primero, el tipo no es mi amigo, segundo para ser codeudor tendría que tener un medio-alto nivel de confianza y solo sabía el nombre y en que puesto se sentaba, además de haber compartido indirectamente en una noche de copas grupal una cerveza. Respondí que no, y mentí, con la diplomacia del caso, dije que tenía ya otra deuda ajena encima matriculada y por ende no podría hacerlo. Realmente no se me daba la regalada gana ayudarle y punto.  Después de ese evento, y con la idea de los deseos, teniendo conciencia de mi mentira, y recordando aquella película de Jim Carrey donde no podía mentir por un día, pensé, ¿y que tal si en lugar de uno, todos los habitantes del planeta no pudieran mentir, no un día sino por un año?  Y otra idea fugaz me recordó haber leído a Saramago y entonces pensé, ¿y que tal que el único que pudiera mentir fuera yo? Era el dueño de las hojas y eran mis deseos, pues si se pudieran realizar.

Así que definí mis tres deseos en sus respectivos trozos de papel: 1. Durante un año todas las personas del planeta no pueden mentir; 2. Durante el mismo año, la única persona que podrá mentir soy yo; y 3. Al momento de quemar este papel, se desharán los deseos 1 y 2 regresando al primer día de su inicio de vigencia como si no hubiera pasado nada. ¿Y por qué pedir algo así, en lugar de dinero y fama, o hasta la vida eterna? Porque fue una situación inusual lo sucedido hasta el momento con la mujer de la mirada cariñosa, y porque muy a la par de tener los deseos muy escritos en los papeles, yo no me creía el cuento.

Prendí una vela que tengo en la sala de la casa para aromatizar el olor a soledad, y quemé el primer papel. No pasó nada, no se oscureció el cielo y ni se despejó, no hubo luces ni explosiones. Quemé el segundo papel y mi estómago gruñó porque no había comido nada. El tercer papel lo guardé en la caja del CD de Aterciopelados que me firmaron muy cordialmente hacía casi un año. Me dirigí a la cocina a comer, y salí al supermercado.  Todo seguía como si nada, los perros en la calle, la gente en sus carros, la indiferencia reinante de siempre, y yo pensé con un halo de frescura: que pendejada...y yo creyendo que los tales deseos eran verdad...jejeje...mejor camino rápido para alcanzar a ver el partido.  Al llegar al centro comercial, comencé a ver discusiones de parejas, esas típicas de siempre, pero no presté atención; en el supermercado tomé un desodorante, un paquete de manzanas y una botella con agua.  Veía discusiones leves en el ambiente.  Una vez en la caja, mientras pasaba los productos, en un comentario suelto de esos de supermercado le dije a la cajera que las manzanas estaban como caras, ella me miró y me dijo si, le pregunté si sabía el porqué, y me dijo que era debido a que requerían mas ganancias para el gerente del punto pues se había comprado un apartamento en Santa Marta y quería pagarlo rápido.  Me quedé en silencio, le di las gracias, recibí las vueltas y el recibo de compra y me fui pensando que había sido una explicación muy detallada cuando simplemente pudiera haber dicho que era orden de arriba o que no tenía ni idea.

Momento, ¿sería acaso que mi deseo se materializó? Qué va!!!!...Llegué a mi casa y encendí el televisor, el partido aún no comenzaba así que puse el noticiero.  Fue muy curioso ver cómo los periodistas tenían una expresión de desconcierto en sus caras, con esa cara de "¿y ahora que digo?"...pusieron comerciales, entonces tomé el teléfono y llamé a mi sobrino.  ¿Todo bien? dije, me respondió, si tío aquí en la casa de un amigo del colegio, el Jhonatan, estamos mirando unos videos de Brazzers en HD que descargó y están buenísimos!!!...¿Cómoooo así?? dije, me respondió, si tio, salimos del colegio hace una hora y vinimos para acá, apenas termine me voy para la casa a almorzar que ya me dio hambre, chao tío. Quedé mudo...y no por los videos de Brazzers que pudiera estar viendo el chino, sino porque era la primera vez que no dudaba de sus palabras como antes al hacerle la misma pregunta...y escuchar tres versiones con sus respectivas explicaciones con tal minucia que no dejaran preguntas por hacer y que obviamente enredaban una verdad.  Pero, ¿y cómo podría saber ahora que si era la verdad lo que me decían cuando yo si podía mentir? ¿Será que los deseos si fueron ciertos?  Seguían los comerciales, entonces decidí poner CNN, porque pensé, esos manes siempre se dan cuenta de las vainas o dicen las cosas que pasan, y estaban en un boletín especial de última hora: Hillary Clinton declaró su homosexualidad abiertamente y ya había tenido relaciones sexuales con Milley, Donald Trump dijo que de ganar la presidencia de USA, acabaría con todos los indocumentados e ilegales sin contemplaciones y enfrentaría a cualquier país que se oponga...cambié el canal, volví a pasar a ver si ya había terminado los comerciales y pues estaban mostrando una discusión de la presentadora de turno diciendo literalmente que no iba a decir mentiras y que todos sabían que esa que la querían obligar a decir no era cierto. Apagué el televisor.

Comencé a pensar entonces si finalmente mi deseo había sido cumplido...pensaba que si ese año de verdad, podría mejorar las cosas para todos o si las empeoraría más de lo que venían siendo.  Pensaba si sería acaso eso cierto de que es mejor una mentira que haga feliz que una verdad que amargue la vida, pensaba si las amenazas de guerras llegarían a consumarse o si realmente eran eso, simples amenazas huecas. Pensaba en las parejas que se separarían por saber la verdad de sus cónyuges o novios, en las amistades rotas y en las afianzadas, en los políticos encarcelados y en los inocentes presos libres, pensaba y pensaba...pero a la final pensaba, si no había mentiras, y esa utopía de la verdad era de verdad, entonces ¿era esa su verdadera y tangible definición?

¿Sería acaso que entre los billones de habitantes de la tierra no se cuestionarían el hecho de haber comenzado de repente a decir la verdad? ¿Sería acaso que no comenzarían a buscar e indagar el origen de ese evento? Pues era mi deseo y eran mis dudas, porque yo pedí que todos dijeran la verdad, pero no que olvidaran las cosas ni que fueran estúpidos o algo así.  Decidí dejar que pasaran otros días a ver que sucedía, pues si la cosa se ponía fea, solo tenía que quemar el papel que había guardado en el estuche de El Dorado como garantía a mis deseos.

En el trabajo, muchas personas renunciaron, porque se dieron cuenta que lo que estaban haciendo no era lo que de verdad querían; otros porque sin poder mentir, le dijeron a sus jefes unas cuantas verdades, y algunos jefes a sus subordinados también.  Supuse que los que quedaron, eran los que estaban haciendo de verdad lo que les gustaba. En la universidad, muchos profesores les dijeron a sus estudiantes lo estúpidos que eran y que se dedicaran a otras cosas de verdad; algunas estudiantes denunciaron los acosos de un profesor cincuentón por pedirles "aquello" para pasar la materia.  En el Transmilenio, se extinguió la epidemia de los que se hacían los dormidos para no ceder la silla ante una persona enferma o embaraza o anciana o con niños de brazos, al igual que ahora si aparecieron las verdaderas embarazadas y no las que aprovechando sus kilos de más los hacían parecer bebés en gestación. También desaparecieron del transporte público los que pedían dinero con el cuento de ser recién salidos de la cárcel, los recién llegados a la ciudad por desplazamiento, los ciegos, los que vendiendo alguna cosa o cantando alguna canción no tenían "ninguna" opción de trabajo sino esa. Al fin entendieron que educación no es saludar a la gente en un bus obligándola a las malas a escucharlos, sino entender que un bus es para transportarse, no un almacén.

Me di cuenta, que las cosas comenzaron a cambiar considerablemente.  No todo era color de rosa, pues mi deseo de verdad, no era algo que tuvieran muchos en sus vidas, así que a quienes les costaba ser sinceros y sin poder controlar más a sus conciencias, cayeron en ataques de ira y rabias, que ocasionaron peleas que salían en los noticieros, pues una cosa es tolerar y otra cosa es mentir. Creo que ese deseo de verdad, a la larga fue realmente una revolución para todos. En Europa, por ejemplo, por citar algunos casos, cayeron y condenaron bastante rápido a los pocos políticos corruptos que les quedaban, aceptaron el cambio climático y decidieron que las empresas de combustibles fósiles no tenían más importancia que la vida que quedaba en el planeta, además el petróleo estaba a la baja y aceptaron que hacía décadas ya habían descubierto la forma de usar la energía solar con la misma eficiencia que los combustibles para mover el mundo, y el tema de la transición era algo más político que económico. Aceptaron que invadieron América, que la saquearon y que nos engañaron con el cuento del tercer mundo, que no fueron mas que unos egoístas y que a lo largo de la historia solamente nos comenzaron a tratar por pura cordialidad, y porque de alguna manera el holocausto nazi les hizo ver que eran tan humanos como nosotros, pero aún así nos siguieron viendo inferiores.

Las religiones si tuvieron una clase de colapso, pues hasta antes de mi deseo, todas proclamaban decir la verdad, pero ahora, ¿cuál era la verdad en el espíritu? En el Vaticano, comenzaron a usar sus inmensas riquezas ayudando a los pobres de verdad, pues la posición del Papa Francisco ayudó en este momento de verdad a terminar con las ambiciones y deseos individuales. En un discurso que influenció al mundo dijo que él ya no sabía si era verdad o no en lo que creía, pero que lo que sentía en su interior era la necesidad de ayudar a las personas y que esa era la finalidad de la religión, sin vicios ni intereses. La plaza de San Pedro lo aplaudió y creo que de la misma manera natural, los budistas, los hindúes, los tibetanos, los protestantes, los cristianos, los ortodoxos, dieron ese paso en sus doctrinas para ayudar a las personas lejos de alimentar sus riquezas. Fueron apresados los pederastas que confesaron sus delitos y comenzaron a casarse los que quisieron hacerlo, a reconocer hijos a sus hijos negados y a sus mujeres escondidas, y otros tantos a salir del clóset. Los musulmanes que han pasado décadas matándose, se sintieron también confundidos pues la verdad que defendían se volvió contradicción.  Algunos lo la aceptaron y se inmolaron, otros se fueron, muchas mujeres se quitaron sus burkas...para muchos no mentir, decir la verdad se convirtió en sinónimo de libertad. Para otros fue dolor y sufrimiento y se convirtió en muerte.

¿Y mientras tanto yo qué? No es que fuera solamente un espectador privilegiado de los cambios que estaban ocurriendo en el mundo, de hecho, comenzaba a dudar si ese deseo de ser el único mentiroso en la tierra era de verdad una ventaja, pues el ver a toda la gente diciendo la verdad, enfrentando sus demonios, sus mentiras, sus engaños, algunos hundiéndose, otros saliendo a flote, otros más fortaleciendo sus vidas y sus relaciones, cuando tenía la oportunidad de mentir, me hacía sentir miserable de solo pensar en hacerlo.  Recordé las muchas veces que mentí a sangre fría, desde aquellas que le decía a mi mamá cuando volvía de la tienda sin vueltas del mandado por haber comprado dulces y decir que don Pedro había subido los precios, hasta aquellas más elaboradas que diría con los años. Pensaba en ese concepto de la tal "mentira piadosa", pues, ¿qué tipo de piedad puede tener una mentira, si al fin al cabo es un engaño para alguien que confía?

Era complejo el panorama que me mostraba el mundo de verdad, ese que comenzaba a cambiar, realmente a revolcarse en sus entrañas, en el que muchas de las cosas históricas se habían fundamentado en mentiras, en el que esas cosas que jurábamos como ciertas no eran más que una ilusión. Petros, Uribes, Santos, Cepedas, Ordoñez, Morenos, todos cayeron en sus mentiras y aceptaron que solamente nos engañaban a todos, derecha e izquierda dos siameses deformes y monstruosos separados al nacer pero con la misma putrefacción, al igual que todas sus vertientes disfrazadas de colores y extremos. Las guerrillas aceptaron sus delitos, mostraron toda la fortuna de sus bienes y muchos buscaron huir, otros se entregaron, otros murieron. Los abogados se quedaron sin su principal insumo para trabajar, y al fin defendían a los inocentes y culpaban a los delincuentes. La prensa a la larga se dedicó a informar en lugar de deformar las noticias.

Había tanto desconcierto entre la gente, en las calles, en mi. Un contraste tan marcado de dicha y dolor, porque había dolores que no se podían curar con el consuelo de la verdad. Tal vez la verdad no era la utopía que soñábamos, tal vez eso siempre lo supieron los que gobiernan el mundo y por eso nos mintieron, tal vez la felicidad no tiene nada de verdad.

Volví a mi casa, encendí la vela y quemé el tercer trozo de papel.  El mundo volvió a sus mentiras pero yo ya no fui más el mismo.






























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