Como perros y monos

Hola, soy Eva, y les voy a contar mi historia.  Para comenzar, debo decir que no ha sido fácil llegar a dominar el arte de escribir, bueno, realmente no se si sea arte, ni siquiera estoy segura de qué es el arte, mejor dicho, fue muy jodido poder escribir con las manos que tengo, pues los esferos no fueron diseñados por mi raza y menos para mi uso, y las teclas de los aparatos con pantallas son tan pequeñas que no es fácil pisar una sola a la vez.  En fin, lo logré con esfuerzo y con la ayuda en muchos momentos de Tito, porque sus manos son mucho mas pequeñas que las mias.

Lo que voy a contar, puede ser gracioso, un tanto curioso, y probablemente en algún momento, sacado de una tira cómica o de una serie de television.  Sin embargo, sucedió.

Yo vivía con Alberto, era una casa cómoda y no me faltaba nada.  Tenia una cama, tres comidas, agua, juguetes y salidas al parque. Él trabajaba en la universidad y de vez en cuando me llevaba allí, aunque me dejaba en compañía de Nacho, un mono que tenían allí para hacer pruebas.  Con Nacho jugábamos a adivinar quien iba pasando en el salón según los olores de la gente, aunque yo siempre le ganaba al tener un olfato mas fino, también discutíamos sobre quienes la llevaban mejor con los humanos, si los perros por su cercanía y adaptabilidad a casi cualquier medio, o si los monos por su parecido físico.  Siempre nos daban ataques de risa al ver como eran los humanos, y nos acongojaba al ver como maltrataban a los animales.

Aunque para los perros no es fácil la comunicación verbal con los humanos, con Alberto aprendí a ver la televisión, a distinguir alguno que otro garabato del periódico que le llevaba a sus pies cada domingo y a entender como viven: la ropa, la comida, las calles, los semáforos, los ascensores, en fin.  Al acompañarlo a la universidad, aprendi a ver como las personas se movilizaban y a usar el transporte publico, vi donde estaban los laboratorios, las bibliotecas y los animales que allí tenían para estudiar.  Luego aprendi que el estudio humano de los animales, significaba la muerte.

No se que quería hacer Alberto, pero un día lo vi muy emocionado, pero de esa emoción que parece miedo casi terror, y algo me decía de haber encontrado algo muy peligroso.  No entendí mucho, tampoco le presté mucha atención, pues estaba bastante entretenida jugando con mi oso tuerto de peluche.  Solo decía haber encontrado una sustancia.  Algunos días después, Alberto se enfermó, estornudaba mucho, tanto que pasaba noches sin dormir, y yo tampoco por su ruido.  Varias semanas después murió.  Estuve muy triste y me llevaron a la universidad porque la familia de Alberto vivía muy lejos.  Allí estuve con Nacho, viendo a otros humanos andar de un lado para otro, estornudando y hablando de Alberto y su sustancia.  De vez en cuando daba paseos por la universidad y todos estornudaban.  Varias semanas después, los humanos de la universidad habían muerto.

Como pude, saqué a Nacho de su encierro y comenzamos a andar juntos y a ver humanos muertos por doquier, aunque el olor a podrido era ya bastante fuerte y lo percibía desde mucha más distancia.  Se nos unieron mas animales, a algunos los sacamos de sus jaulas y pudimos entonces salir de la universidad.  En las calles los humanos estornudaban y otros caían al suelo y no se levantaban mas.  Muchos perros lloraban la muerte de sus amos.  Al ver la television decían que una enfermedad estaba acabando con las personas.  Y así solo, aunque pareciera mentira, en poco tiempo quedamos los animales en la tierra. Sin humanos.

Nacho había conseguido la compañía de mas monos, mas grandes y mas pequeños, muchos que habían salido de otros laboratorios y otros que llegaron de zoológicos.  Yo andaba con los perros, y poco a poco cada quien se fue con sus semejantes a andar por las calles y los países.  Los animales domésticos que estaban tan acostumbrados a recibir su comida en una casa por parte de un humano, a usar vestidos, a recibir fiestas de cumpleaños y a aparecer en selfies con sus amos, comenzaron a morir de hambre, otros mas de tristeza, y así se desaparecieron muchos gatos, otros se degeneraron en absoluto.

Las ratas comenzaron a salir sin pena por los andenes y rondaban los cadáveres humanos, hurgando entre los bolsillos buscando comida....Comida!!!  ¿cómo encontrarla? Ahora teníamos la libertad de escarbar la basura sin escuchar a nadie decir: "Perro malo!!!", pero también extrañaba a Alberto, porque aunque había mucha comida enlatada en casa, no había manos para destaparla, y los perros mas grandes y mas colmilludos podían romper las latas mas fácil que otros...Comenzaron las tensiones y la naturaleza comenzó a imperar con el sentido del mas fuerte. Como siempre ha sido desde antes de los humanos y su conciencia.

En unos meses, las ciudades abandonadas se convirtieron en la cuna de muchos animales, aves, insectos, y hasta serpientes rondaban por ahi, esperando digerir a cualquier animal pequeño para mantenerse.  Dejé de ver a Nacho y lo extrañaba también, especialmente porque ya no podíamos jugar a adivinar el humano por su olor.

Sentía que sobrevivíamos, y ya no era tan fácil asearse y buscar agua limpia, como la que salía en los tubos; ahora teníamos que buscar pozos o estanques y ver si no era el hogar de ranas, peces, tortugas. Eramos tan libres, que todo parecía un caos.  Así que me puse a pensar y entendí que los humanos, a pesar de ser tan malos con nosotros, de alguna manera eran inteligentes pues habían hecho muchas cosas para vivir, no sobrevivir, para vivir bien.  Y me dije, y ahora, que ellos no están, ¿por qué no podríamos usar las cosas que dejaron y vivir?  ¿Por qué no tratar de aprovechar las cosas buenas que dejaron para nuestro beneficio?  Pensé, si en este planeta hay alguien que conozca mejor que hacían los humanos y como vivían, somos nosotros, los perros. 

Lo que no se me ocurrió, es que coincidencialmente Nacho por su lado tuvo una idea similar, pero con la percepción de al ser físicamente más parecidos a los humanos podría usar todo lo que habían dejado, y comenzó a tratar de organizar a sus socios primates. Tarea fácil con los pequeños, pero difícil con los grandes. Tal vez la idea no fue mala sino de pronto no saber cómo consumarla.  Lo que Nacho y yo no sabíamos era que los humanos que nosotros conocimos habían logrado llegar a ese punto de "civilización" después de miles de años de matarse entre ellos, porque sí y porque no, de herirse, de insultarse, de dañarse, de destruirse, de aplastarse, de morderse.  Nosotros los animales, si al caso nos gruñiamos y una pelea no llegaría a la muerte entre semejantes a menos que fuera algo realmente para sobrevivir. 

Extrañaba a mi amo, sin embargo, comencé a darme cuenta que yo no era un perro por mí mismo, sino por lo que los humanos habían hecho entre nosotros. Nos llevaron a ser sus compañeros y ellos, sin saber que la lealtad está impregnada en nuestras células por la naturaleza, vivian convencidos que fueron ellos quienes nos lo enseñaron. Muy locos, muy soberbios. 

La vida siguió su curso, comíamos lo que podíamos y lo que necesitabamos nada más. Me encontré con Nacho después, quien estaba más grande y panzón. Nos alegró encontrarnos y recordamos esos días en el laboratorio de la universidad, nos reímos, sentimos nostalgia porque ya no estaban los humanos, pero al mismo tiempo, no los extrañamos.














Comentarios

Entradas populares de este blog

Un medio magnífico para un uso estúpido

Como aprendí inglés sin pagar millones en cursos ni haber salido del país