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Mostrando entradas de 2018

Por la carretera

Hoy, siento que descubrí cosas nuevas.  Vaya obviedad, ¿no?  Obviedad y todo, pero es asombroso cuando esos descubrimientos no pertenecen a los campos de las ciencias exactas como encontrar algún nuevo elemento para poblar la tabla periódica, o una nueva estrella, cometa, planeta, o hasta una nueva especie animal o vegetal, de las pocas que no hemos arrasado como la plaga humana que somos, o hasta un nuevo paradigma de programación de computadores.  Nada de eso, ni mucho menos mis hallazgos hacen parte de la nueva ola de "descubrimientos" estúpidos que se achacan hinchados de orgullo los millenials sobre cosas que siempre han existido y sucedido.  Malditos, los odio.  Los odio a todos.  A veces. Pero sí, descubrí cosas nuevas de mi.  Yo, que ya me daba por ser una mujer conocedora de las artes y el mundo, de sus costumbres elementales para desenvolverme con lo básico y algunas cosas quizá un poco más avanzadas por la tierra y sus alrededores, de sus ...

Ella nació para ser un espíritu libre

Ella debería vivir en Paris o tal vez en la Candelaria usa ropa de lana hecha a mano ahorra todo lo que tiene a su paso y al verla a los ojos siempre puedes confiar que te dirán la realidad de lo que siente Ella es madre de tres hijos hechos a su semejanza pero no a su imagen  porque aunque vive la vida de una madre tal vez su espíritu no estaba listo para esa condena donde perdió su libertad para anclarse al amor familiar Ella nació para ser un espíritu libre para recorrer los bosques y los ríos para cantar con las aves y pintar en cuadros sus colores para reír con el mundo para escribir poesia  e irradiarle a las personas su magia y su alegria  Ella quizá paga la condena de la juventud y la ingenuidad donde se suele confundir libertad con escapar y escapó del vientre de su mamá para refugiarse en el hogar de un patán Ella vive los días mirando con nostalgia lo que pudo haber sido y no fue  con los pies en la ti...

El metal que se funde

Eran las 4 de la madrugada.  Ahí, en el rincón de un sucio y denso bar de metal del centro, se encontraba Él, tirado en una silla con una botella medio vacía de cerveza en la mano, apenas sostenida por las pocas fuerzas de la ebriedad.  Sonaban canciones oscuras y cargadas de riffs de guitarra distorsionados al son de voces guturales, baterías con doble bombo retumbando el encierro del bar, fuerte sonido, lo llaman metal, pero tan débil e incapaz de sacar de la borrachera a los inconscientes del lugar. En las paredes pintadas de azul solamente visible en las contadas ocaciones que allí se encienden las luces, sobre la oscuridad se vislumbran cuadros viejos y rasgados con las imágenes de esos heroes musicales de una generación, heroes ahora septuagenarios y una generación ahora en la treintañez, con el olor combinado de cerveza, orin, sudor, cigarrillo, bareta y suciedad.  En otra esquina, apenas se alcanza a distinguir una maraña revuelta de pelo largo y enredado, dos c...